Emocional y racional: A largo plazo, todo tiene un sentido

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No hace mucho, un buen amigo me contaba que se había encontrado en un club de tenis donde suele ir, con un antiguo profesor universitario que fue al fin y al cabo quien le "animó" a abandonar la primera carrera que empezó a estudiar.

Me contó que su antiguo profesor era de aquellos a los que se nota desde el principio que no les gusta enseñar y que únicamente se toman su trabajo como el operario de una fábrica que hace su labor y se marcha sin implicarse más en él.

Hay dos tipos de profesores en la educación pública: aquellos a quienes les gusta enseñar (contagian su emoción) y aquellos que únicamente quieren un puesto fijo (distribuyen el conocimiento).

Mi amigo me relató que este profesor era de aquellos que tenía un alto grado de conocimientos, pero que era completamente incapaz de transmitirlos a sus estudiantes. Además, solía cometer fallos de transcripción, y cuando alguien se lo hacía saber, descargaba toda su rabia contra ese estudiante. Vicente me contó que en una ocasión echó de clase a una compañera suya porque le indicó que se había equivocado en una fórmula que había copiado en la pizarra.

El caso es que después de un par de visitas a la tutoría de este profesor y haber hecho algunos exámenes con él, decidió que la carrera en la que este buen hombre daba clase, no era lo suyo. Llegó a la conclusión de que si el resto de su formación iba a ser tan falta de humanidad... pues lo mejor era cambiar.

Vicente sentía que el antiguo profesor, ya anciano, le guardaba las distancias en el club y aunque le saludaba, lo rehuía.

Aún no lo he dicho, pero mi amigo Vicente es un empresario de éxito, que en más de una ocasión ha aparecido en los medios de comunicación. En alguna entrevista que le han hecho, no ha dudado en contar que empezó una carrera universitaria que no terminó y que si hay un primer desencadenante de su éxito, fue este primer "fracaso" académico.

Definitivamente un día decidió invitar a su antiguo profesor a un café en el club, precisamente para agradecerle su forma de trabajar.

- "Gracias a ti, hoy soy quien soy. Si no hubieras conseguido que abandonase esa carrera, ahora mismo estaría, posiblemente, como muchos de mis antiguos compañeros, en un puesto que no me gusta y además ganando diez veces menos dinero si no en el paro..." - le dijo entre carcajadas.

Efectivamente, algo que en un principio nos puede parecer un fracaso en el corto plazo, tiene un sentido en el largo plazo y nos configura como lo que somos. Ya hablé de ello hace pocos días, pero esta conversación con Vicente me ha hecho volver a dar una vuelta sobre el tema.

El antiguo profesor hizo que mi amigo tomase la decisión de convertir lo que serían varios años de estudio, en un punto de inflexión en su vida. Algo que el profesor pensó que era negativo, realmente Vicente lo consideraba como algo positivo.

Siempre estamos influyendo en nuestro entorno, ya sea de forma positiva o negativa (en el corto plazo) pero a largo plazo todo tiene un sentido.

Por otra parte, esta conversación con Vicente me hizo reflexionar sobre cómo algunas personas se toman su trabajo. En todos los trabajos existe una vertiente emocional y una vertiente racional y ambas son igualmente necesarias.

El profesor de Vicente empleaba únicamente su vertiente racional (tenía los conocimientos, pero no le gustaba su trabajo) y eso hacía que su supuesta labor no se desarrollase como debía.

Si al contrario, utilizamos únicamente nuestra vertiente emocional, seríamos incapaces de desarrollar el trabajo, de igual modo, porque dejaríamos de lado factores como el rendimiento económico, ventas, etc. Al fin y al cabo, hasta las ONGs tienen estos factores como indicadores de su buen funcionamiento.

En la actualidad tal vez estamos creando personas con un gran conocimiento especializado, pero sin real pasión por desarrollar el trabajo que deberían amar.

¿Y tú? ¿Amas tu trabajo o únicamente lo desarrollas?

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