¿Dónde está mi dinero?


Money!


La semana pasada estaba en Málaga, España visitando a unos clientes y amigos cuando en la tarde del jueves acabé tomando un café con uno de ellos y un par de sus comerciales. El caso es que la conversación fue avanzando a lo largo de la inacabable conversación, enlazando un tema tras otro. 

Empezamos hablando acerca de los problemas de gestión que teníamos cada uno con nuestra parte del trabajo: mi amigo como jefe de compras, sus comerciales como vendedores de calle y yo como intermediario entre todos ellos y la fábrica.

Finalmente y sin saber muy bien cómo, acabamos hablando acerca de las inversiones en productos financieros.

En este punto, uno de los comerciales nos habló de lo que le había ocurrido a su padre que había cogido sus ahorros de toda la vida y los había invertido a tipo variable en un fondo de inversión (más información sobre fondos de inversión en Expansión) siguiendo los consejos de su director de sucursal bancaria. Según este buen amigo me comentaba, al final de la inversión y cuando su padre había decidido jubilarse, la mitad del dinero que su padre había “metido en su banco” se había esfumado.

En una acalorada conversación con el director del banco, su padre le gritaba al Sr. Director: “¿Dónde está mi dinero?”

Este buen hombre aseguraba que un par de días después de hacer su ingreso, pidió un extracto de su banco para comprobar que el dinero estaba en su poder y el dinero estaba allí (o eso parecía), incluso el dinero que aparecía era un poco más del que él había invertido, por lo que creyó que todo seguiría así y subiría más y más.

Esto me ha llevado a escribir este artículo con el que, dentro de mi limitada cultura económico-financiera, pretendo explicar a mi amigo y a su padre dónde se fue su dinero, y si realmente se lo quedó el banco o no.

Querido amigo padre y querido amigo hijo: el dinero que depositó en el banco se esfumó en el mismo momento en el que firmó la autorización y el banco procesó su orden. Si, lo que lees es cierto, el dinero dejó de existir como tal y con él “compró” unas participaciones o títulos dejando al banco la potestad de trabajar con esas participaciones invirtiendo su valor en otros fondos o en acciones o lo que quiera que sea (hay muchos tipos).

El dinero que veía en la cuenta reflejado era la valoración en el momento de la consulta de estos títulos que realmente eran lo que tenía en su poder.

Voy a poner un ejemplo práctico: digamos que quieres invertir 2000€ y que el kilo de alubias está a 1€, en ese momento. Cuando firmas acabas de comprar 2000 kilos de alubias, que se valoran en 2000€ en este momento, pero el precio de las alubias puede subir y bajar.

Si por ejemplo, cuando vayas a retirar tu dinero, el valor del kilo de alubias es de 0,50€, no te van a dar 2000€, ni 2500€, sino que te darán 1000€ que es el valor que tienen las alubias que tienes en tu poder.

Existen diferentes tipos de inversiones, según tu grado de riesgo y, en ocasiones, lo suicida que quieras ser. Es cierto que los productos con un mayor riesgo ofrecen por lo general una mayor revalorización o pérdida (esta gran posibilidad de variación se llama volatilidad), pero también existen productos financieros con una menor rentabilidad y que siempre subirán, los denominados a “tipo fijo”.

No hay que confundir los productos “variables” ni los “fijos” con los “garantizados”. En los productos garantizados lo general es que se trate de productos que aseguran un rendimiento mínimo y/o máximo (variable según el producto de que se trate) a una fecha de vencimiento. Por ejemplo, si el padre de mi amigo hubiera invertido los 2000€ en un producto garantizado a los cinco años con un rendimiento de un 5%, se habría asegurado que a los cinco años tendría un 5% más de dinero como mínimo. Si lo hubiera sacado antes, posiblemente su entidad financiera lo hubiese penalizado por retirar antes el dinero con un tipo menor, o incluso negativo. Si a los cinco años la valoración de sus títulos hubiera sido menor que al principio, al padre de mi amigo, de todos modos le habrían pagado un 5% más que es lo garantizado.

En ocasiones los fondos (y más aún los garantizados) se referencian a un índice bursátil como el IBEX o el NASDAQ. Por ejemplo nos pueden decir que nos van a dar un 1% menos de lo que se haya revalorizado el IBEX. Si el IBEX ha subido un 10% nos darán un 9%, pero si ha bajado un 10% nos darán un -11% a no ser que el contrato diga lo contrario.

Es muy importante leer detenidamente todos los términos de las inversiones financieras. Un amigo que trabajaba en uno de los grandes bancos españoles me decía que “omitir información no es mentir”, por lo tanto, hemos de ser nosotros los que nos estudiemos bien todo lo que firmamos porque realmente el hecho de que no hayamos leído un contrato no nos exime de nuestro deber de cumplirlo. De hecho, si lo hemos firmado es porque se supone que lo hemos leído.

En una ocasión hice una prueba con un amigo que confiaba demasiado en mi. Me contaba en muchas ocasiones que le gustaría invertir su dinero junto a mi y decidí gastarle una pequeña broma para explicarle lo complejo del asunto:

Redacté un documento en mi ordenador y se lo presenté al día siguiente mientras tomábamos café juntos. Le dije que invertiríamos a medias, 500€ cada uno para hacer una prueba y según la evolución del mercado seguiríamos invirtiendo más adelante.

Mi amigo firmó sin siquiera leer el contrato. 

Cuando ya me lo había firmado, le pedí que leyera lo que había firmado. Mi amigo estalló en carcajadas ante lo que iba leyendo: se comprometía a limpiar mi casa todos los días de la semana a cambio de un plato de comida y me nombraba propietario de su alma, de la que podía disponer a libre disposición.

Ni que decir tiene que rompió el contrato recién firmado entre estruendosas carcajadas.

Conclusión: lee todo lo que firmes con detenimiento y pide asesoramiento financiero externo (no del mismo banco) si tienes alguna duda. Lee todo lo que puedas sobre inversiones y economía.

Lectura recomendada: Todo lo que tu banco debería contarte antes de invertir

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